"En Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver"
(Joaquín Sabina)
“Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió”
(Pedro Páramo, Juan Rulfo)
viernes, 2 de julio de 2010
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Tip@droides: La poesía brutal de Charles Bukowski: " No soy un seguidor de Bukowski, y, por tanto, tampoco es para mí objeto de culto, pero sí lo considero como uno de referentes de la poesía ..."
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Tip@droides: Una Noche Blanca con los Clásicos: "Es difícil encontrarse en la agenda cultural una función como Una Noche Blanca con los Clásicos. Representaciones teatrales o musicales hay ..."
sábado, 20 de marzo de 2010
Amor y odio en Comala
Esperé treinta años a que regresaras, Susana. Esperé a tenerlo todo. No solamente algo, sino todo lo que se pudiera conseguir de modo que no me quedara ningún deseo, sólo el tuyo, el deseo de ti. (Pedro Páramo)
Una de las características más sobresalientes de la novela Pedro Páramo es el alto perfil psicológico de sus personajes. Pero entre todos sobresale la figura de Pedro Páramo. Es desde Pedro Páramo donde sale toda la fuerza destructiva que cae sobre Comala. Se trata de un personaje perverso que es capaz de aplicar toda la violencia en todo su entorno, pero al mismo tiempo desarrolla una ternura hacia Susana San Juan comparable a la fuerza de su rencor y capacidad destructiva.
Pedro Páramo ama la inocencia y ternura de Susana. Es lo que ha buscado toda su vida, mientras al mismo tiempo usa todo su rencor para engañar, destruir y asesinar. Es una de las grandes contradicciones de la vida, cómo puede coexistir en una mismma persona tanto amor y tanto odio. Y es que este amor termina siendo una de las fuerzas que alimenta la violencia de Pedro Páramo. Así, mientras otros han creado su poder y sus riquezas para alimentar sus ambiciones, Pedro Páramo lo hace por su único amor, lo hace por amor.
Para Pedro Páramo Susana San Juan es el amor de su vida, tanto que sólo le importa ese amor. Pedro Páramo de niño vivía en un Comala de ensueño, que idealiza de joven, para él su Comala idílico giraba alrededor de Susana. Este amor es toda una carga para él ya que Susana no corresponde a su amor. Pero Pedro Páramo espera, estuvo treinta años esperándola, y cuando aparece Susana con la razón perdida por la muerte de Florencio, su verdadero amor, Pedro la acoge y la cuida hasta su final. Es la muerte de Susana la que desencadena todo el rencor de Pedro Páramo hacia Comala, tanto que lo destruye:
- Me cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre.
Y así lo hizo.
martes, 16 de marzo de 2010
Historia de mi incursión a mi Comala idílico
Pensaba en ti, Susana. En las lomas verdes. Cuando volábamos papalotes en la época del aire. Oíamos allá abajo el rumor viviente del pueblo mientras estábamos encima de él, arriba de la loma, en tanto se nos iba el hilo de cáñamo arrastrado por el viento. 'Ayúdame, Susana'. Y unas manos suaves se apretaban a nuestras manos. 'Suelta más hilo'.
El aire nos hacía reír, juntaba la mirada de nuestros ojos, mientras el hilo corría entre los dedos detrás del viento, hasta que se rompía con un leve crujido como si hubiera sido trozado por las alas de algún pájaro. Y allá arriba, él pájaro de papel caía en maromas arrastrando su cola de hilacho, perdiéndose en el verdor de la tierra.
Tus labios estaban mojados como si los hubiera besado el rocío. (Pedro Páramo)
No hace mucho hice una incursión a mi Comala idílico. Todo empezó con una llamada telefónica, me encontré al otro lado a María (nombre ficticio), mi primera novia. Enseguida la reconocí a pesar de que hacía más de veinte años que no hablaba con ella. Dos meses más tarde ya estaba cenando con ella en Barcelona. Después de muchas horas hablando nos recogimos cada uno a nuestro sitio, yo me fuí al hotel. Esa noche no pude dormir recordando nuestra historia, una historia de amor-odio.
Yo tenía trece años cuando ella vino a pasar el verano a Tenerife. La primera vez que la ví me sentí enseguida atraido por ella. En poco tiempo empezamos a salir. Fue un verano maravilloso, dos fantásticos meses, fue en aquellos días cuando descubrí la ternura de sus besos. Cuando el verano se terminó ella regresó a su Doností, pero seguimos en contacto. Lo nuestro se convirtió en una relación a distancia, todas las semanas hablábamos por teléfono y nos escribíamos muy a menudo. Fue, sobretodo, con las cartas como aprendí a abrirme y a confiarle todos mis sentimientos.
El año pasó y nos volvimos a ver. Aunque ese verano también fue maravilloso, tuvimos nuestras primeras discusiones. Fue cuando empezamos los dos a pensar que el otro era ya de nuestra propiedad. Me empezó a reprochar que saliese por la noche mientras ella se tenía que recoger pronto a su apartamento. Y yo le reprochaba por no pasar más tiempo juntos por mi ansia de aprovechar el verano. Aún así, nuestras salidas seguían siendo cada vez más mágicas.
El verano acabó, mantuvimos nuestra relación a distancia, y empezó el siguiente verano. Yo no pude imaginar que ese verano terminaría nuestra relación. Todavía no sé muy bien cómo ocurrió, sólo sé que cada vez más nos reprochábamos más cosas. Un día tuvimos una fuerte discusión y ella me dejó. Luego, recuerdo como se me caía el mundo encima cada vez que la veía, cuando me mostraba indiferencia y, sobretodo, cuando la veía con otro. Un día me pidió volver, pero en mí había crecido un fuerte rencor, era tan grande que aunque no voy a contar todas la cosas que le dije, pero sí que fueron suficientes para terminar definitivamente con nuestra relación. Hasta ese momento había creado una barrera dentro de mí, para no llorar, y lo había conseguido. Pero, después de esta última discusión, y cuando me dí cuenta de lo definitivo que era, me entró una fuerte melancolía, y un día aparecí en las rocas de la playa llorando como un descosido.
Mi vida continuó, conocí nuevas chicas, y la olvidé, bueno, casi la olvidé. Mis sentimientos fueron cambiando, esos sentimientos de amor-odio desaparecieron, y se convirtieron en añoranza de aquellos días. Algunas veces la recordaba y terminaba idealizando lo que fue nuestra relación, y es que nunca había abierto mi corazón tanto como lo hice con ella.
En el hotel mientras pensaba en ella, me sentía triste porque ella ya no era la misma quinceañera, se había convertido en una madre ya cerca de los cuarenta. Y es que aquella magia que yo añoraba había desaparecido.
Ahora pienso que aquel reencuentro no fue una buena idea. Desapareció aquel recuerdo tierno y hermoso. Por eso, un día escribí un poema, “es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación", que terminaba así:
Me reencontré con otra.
Ni siquiera era ya mi recuerdo,
ya no era mío, me lo arrebató el reencuentro.
Desapareció lo mejor, aquel beso tierno.
domingo, 14 de marzo de 2010
Mi Comala idílico
Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces . . . Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar.
Pero no para ti, Miguel Páramo, que has muerto sin perdón y no alcanzarás ninguna gracia. (Pedro Páramo)
No nos engañemos, el Comala idílico no es el lugar donde quisieramos vivir. Le tenemos cariño, y lo queremos, pero ya no es nuestro sitio. Lo queremos tanto que nos quedamos sólo con los momentos buenos. No nos olvidamos de los malos momentos, incluso de aquellos momentos que pasamos una angustia tremenda, como fue la gran angustia que se apoderó de mí cuando la policía hizo una redada por fuera del instituto, mientras yo llevaba algo de material para vender. Todavía me acuerdo de la angustia que me producía pensar el disgusto que le iba a dar a mi padre. Y no es que fuese un camello en toda regla, era tan sólo un niñato que me sufragaba mis porros vendiendo "chocolate". Aún así, esos momentos forman parte de mi Comala idílico, posiblemente porque tuve la habilidad de deshacerme del pedrusco y no pasó a más, pero, sobretodo, porque me sentí un auténtico transgresor tomando a la policía como un gran enemigo.
Tampoco, no olvido mis noches interminables de aquel verano cuando el dolor de oídos era tan insoportable que me salían las lágrimas, y aún así no era capaz de pasar por la playa y no meterme en el mar. Y es que me quedo con todas las mañanastardenoches en la playa, de chiquilladas, de coger olas, de pesca submarina sin aletas (ya que el dinero no daba para más), de fútbol en la playa cuando terminabas con las piernas todas depiladas, en fin, ahora no sé muy bien todo lo que hacíamos, pero se nos hacía corto el día que empezaba y terminaba en la playa.
Ni tan siquiera olvido a aquella novia del instituto y el daño que nos hicimos mutuamente. Pero, me quedo con todo lo que ella me aportó, aunque yo no le aporté nada. Fue ella quién me enseñó que había algo que se llamaba poesía, a pesar de que no era capaz de expresarle, sin que me hubiese fumado un porro, lo que me conmovían algunos poemas. Por eso, me decía que me prefería fumado. Fue quién me regaló mi primer libro de poesía, aunque en un arranque de gilipollada se lo devolví, ahora sería un bien preciado. Era “Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada”, que lo leía a escondidas por que me daba vergüenza que me viesen leyéndolo, como si así fuese menos hombre, o así jugase peor al baloncesto o al futbolín.
Pero, sobretodo, no olvido como de un día para otro se me cayó el mundo encima cuando me dejó mi primera novia y, no sé si en un arranque de odio, de soberbia o de orgullo o de qué, la mandé al carajo cuando luego quiso volver, aunque después lloré como un descosido cuando me di cuenta que ya no volvería a estar con ella. Pero, a pesar de que nuestra relación de amor pasó a ser una relación de odio, en mis recuerdos terminaron sobreviviendo todos los momentos buenos que tuvimos.
En fin, me resulta muy complicado definir con palabras cómo era mi Comala idílico, creo que interiormente me lo puedo describir mucho mejor con un montón de momentos, como los partidos de “rugbyleña” y las satisfacciones que te producían los méritos de guerra de un buen leñazo; las tardes abundantes de fuga en el instituto, de baloncesto y de futbolín, que, como buen descerebrado que era, me producía más placer meter todas la bolas con el pivote que ir a clase de latín; las tardes de porros a tope, y más cuando te ponías a volar con el no woman no cry; las noches desveladas resolviendo una ecuación diferencial que nadie de mis compañeros había resuelto; las borracheras que te hacen jurar que ya más nunca vas a volver a beber; el hambre que pasas cuando te has quedado sin dinero en una ciudad que no conoces a nadie; esos polvos odiosos y buscados tan sólo porque eran objetivos comunes con tus amigos; o cuando queríamos cambiar el mundo con la palabra, o cuando “quería escribir la canción más hermosa del mundo”, y “no sabía que la primavera duraba un segundo”; y qué sé yo, cualquier momento de descerebramiento adolescente o juvenil, cuando lo quería todo y te conformabas con nada.
sábado, 13 de marzo de 2010
Nuestros Comalas
- ¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?
- Comala, señor.-¿Esta seguro de que ya es Comala?
- Seguro, señor.
- ¿Y por qué se ve esto tan triste?
- Son los tiempos, señor.
Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: “Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarrilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche”- Y su voz era secreta, casi apagada, como si hablará consigo misma. (Pedro Páramo)
Supongo que la mayor parte de nosotros tenemos nuestros propios Comalas. El Comala idílico, si lo asumimos en clave de la novela de Pedro Páramo, debemos situarlo en el pasado, donde sólo nos hemos quedado con lo mejor de nuestra experiencias y también con lo mejor de nosotros mismos. No se trata de un lugar utópico al que queremos llegar; eso es otra cosa. De la misma forma nuestro Comala infernal lo situamos en el futuro y es ese lugar que sería fruto de desarrollar al máximo nuestras miserias y lo peor de nosotros. Ambos Comalas no son reales, en un caso es producto de la proyección de lo bueno de nuestro pasado, es decir, de su idealización; y en otro caso es la proyección de lo peor hacia el futuro, es decir, no deja de ser una pesadilla que nos da miedo que se materialice.
El Comala real es nuestra vida. En el caso de la novela se trata de toda una vida alrededor del protagonista (Pedro Páramo) que parte de un Comala de ensueño hasta llegar a un Comala de muerte. Se trata por tanto de una vida que ha ganado por goleada lo peor de nosotros. Afortunadamente, en la mayor parte de nosotros ese Comala infernal no llega a materializarce y menos llegar a su plenitud, porque tenemos también una fuerza de lo bueno que prevalece sobre la fuerza mala. Pero, lo malo puede estar escondido en nuestro inconsciente, creo que en la teoría freudiana se encuentra en esa instancia que denominan el Ello, y nos puede traicionar. En el Ello no reina la lógica y por eso es tan peligroso: a veces nuestras palabras y nuestros actos nos traicionan, y nos conducen a que aflore nuestra miseria. Por eso, creo en la importancia trasladar lo peor que tenemos fuera de su escondite para que esa instancia de la teoría freudiana, denominada nuestro Super-Yo, lo neutralice.
martes, 9 de marzo de 2010
Y por qué Comala?
- ¿Conoce un lugar llamado Comala?- Para allá mismo voy.
Y lo seguí.
¿Y por qué Comala? Tal vez, porque es en este mundo creado por Juan Rulfo dentro de su novela Pedro Páramo donde he encontrado una descripción tan clara de nuestras miserias. Y no es que sea la única novela donde aparece tan claramente la miseria humana, la he podido encontrar en El Corazón de las Tinieblas, en los héroes villanos de Macbeth o el Rey Lear, o en Moby Dick, pero es en la novela Pedro Páramo donde me queda patente el poder que tiene la maldad de degradar y destrozar lo mejor que llevamos dentro. Tampoco, es cosa sólo mía que haya tomado a la novela Pedro Páramo como una novela "psicológica", y es que podemos encontrar dentro de ella una amplia variedad de interpretaciones y visiones desde el punto de vista de la psicología o el psicoanálisis.
Mi descubrimiento de Pedro Páramo como una gran novela no lo hice solo. Fue en mi tercera lectura cuando llegué a comprender la fuerza de su mensaje. Pero necesité el empujón o la ayuda del mismo Rulfo: fue cuando leí su respuesta a la pregunta ¿Cuál es el significado de que Juan Preciado pregunte a otros muertos: "están ustedes muertos"?. Y como no tiene desperdicio trascribo su respuesta:
Con la pregunta "¿están ustedes muertos?" se quiere encontrar una respuesta al por qué las fuerzas del poder, no obstante que operan en todas direcciones, permanecen en la oscuridad. Hay ocasiones en que uno desearía saber dónde se oculta aquello que causa a veces tanto daño. Por ejemplo, ignoramos cómo se produce y cunde la pobreza; quién o qué la causa y por qué. Yo no me preguntaría por qué morimos, pongamos por caso; pero sí quisiera saber qué es lo que hace tan miserable nuestra vida. Usted dirá que ese planteamiento no aparece nunca en Pedro Páramo; pero yo le digo que sí, que allí está desde el principio y que toda la novela se reduce a esa y única pregunta: ¿dónde está la fuerza que causa nuestra miseria? Y hablo de miseria con todas sus implicaciones.
Mi tercera lectura la hice en clave de intentar responder esta pregunta. Para empezar a comprender esta respuesta (que, a la vez, incluye una pregunta) creo que es necesario conocer los distintos mundos que encontramos en Comala. Tenemos el Comala real, el que se nos aparece directamente ante nuestros ojos, pero podemos encontrar un Comala idílico y un Comala infernal. El Comala idílico no es un mundo utópico, es un mundo de añoranzas y de felicidad que se encuentra en el pasado. Es cuando intentas volver a este Comala idílico cuando quedan patentes nuestras miserias. Pero es la degradación del Comala idílico al infernal que se produce dentro del Comala real donde podemos ver la fuerza que tiene la miseria humana de destrozarnos como personas y como sociedad.
Pero, a mí me interesa otro Comala, el Comala que llevamos cada uno dentro, tanto que modificaría la pregunta de Rulfo por ¿dónde está la fuerza interior que nos hace llevar una vida mísera, a una vida de fracaso? , además, añadiría, otra pregunta ¿donde está la fuerza interior que, a pesar de nuestras miserias, nos lleva hacia lo bueno y, tal vez, hacia la felicidad?.
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