- ¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?
- Comala, señor.-¿Esta seguro de que ya es Comala?
- Seguro, señor.
- ¿Y por qué se ve esto tan triste?
- Son los tiempos, señor.
Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: “Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarrilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche”- Y su voz era secreta, casi apagada, como si hablará consigo misma. (Pedro Páramo)
Supongo que la mayor parte de nosotros tenemos nuestros propios Comalas. El Comala idílico, si lo asumimos en clave de la novela de Pedro Páramo, debemos situarlo en el pasado, donde sólo nos hemos quedado con lo mejor de nuestra experiencias y también con lo mejor de nosotros mismos. No se trata de un lugar utópico al que queremos llegar; eso es otra cosa. De la misma forma nuestro Comala infernal lo situamos en el futuro y es ese lugar que sería fruto de desarrollar al máximo nuestras miserias y lo peor de nosotros. Ambos Comalas no son reales, en un caso es producto de la proyección de lo bueno de nuestro pasado, es decir, de su idealización; y en otro caso es la proyección de lo peor hacia el futuro, es decir, no deja de ser una pesadilla que nos da miedo que se materialice.
El Comala real es nuestra vida. En el caso de la novela se trata de toda una vida alrededor del protagonista (Pedro Páramo) que parte de un Comala de ensueño hasta llegar a un Comala de muerte. Se trata por tanto de una vida que ha ganado por goleada lo peor de nosotros. Afortunadamente, en la mayor parte de nosotros ese Comala infernal no llega a materializarce y menos llegar a su plenitud, porque tenemos también una fuerza de lo bueno que prevalece sobre la fuerza mala. Pero, lo malo puede estar escondido en nuestro inconsciente, creo que en la teoría freudiana se encuentra en esa instancia que denominan el Ello, y nos puede traicionar. En el Ello no reina la lógica y por eso es tan peligroso: a veces nuestras palabras y nuestros actos nos traicionan, y nos conducen a que aflore nuestra miseria. Por eso, creo en la importancia trasladar lo peor que tenemos fuera de su escondite para que esa instancia de la teoría freudiana, denominada nuestro Super-Yo, lo neutralice.
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